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lunes, 27 de agosto de 2012

La alquimia (parte 2)



El agua de rosas se convirtió en una de las esencias más conocidas y llegó a Occidente al mismo tiempo que los Cruzados, junto con otras esencias exóticas y método para su destilación. Hacia el siglo XIII, los perfumes de Arabia ya eran famosos por toda Europa. Durante la Edad media, los suelos se cubrían de plantas aromáticas y las personas llevaban encima ramitos de hierbas como protección contra las enfermedades infecciosas. Poco a poco, los europeos, a falta de los árboles que producían goma de Oriente, empezaron  experimentar con sus propias plantas, como la lavanda, la salvia y el romero. Hacia el siglo XVI el agua de lavanda y los aceites esenciales denominados “aceites químicos” podían comprarse en la botica y, tras la invención de la imprenta, entre 1470 y 1670 se publicaron numerosos libros sobre plantas, como el Grete Herball en el año 1526. Algunos incluían ilustraciones de retuertas y alambiques utilizados para la extracción de los aceites.
En manos de los filósofos del arte de la destilación se aplicaba a la práctica de la alquimia, la búsqueda ocultista de la transformación de los metales básicos en oro. Inicialmente fue una búsqueda religiosa, en la que los estadios de destilación eran equiparados con los de una transmutación psíquica. De la misma forma en que una materia aromática podía destilarse para producir una esencia pura, las emociones humanas podían llegar a refinarse hasta revelar su verdadera naturaleza.

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